25/3/09

OTRAS VOCES DE LA HISTORIA

Por último y en grupos de dos o tres alumnos leerán en clase los títulos del CD "Otras voces de la Historia" los siguientes puntos:
A)Antes del golpe del 76 (desde 1959)
B)Terrorismo de Estado.
C)Desaparición /Búsqueda.
D)Vivimos en dictadura.
E)Memoria, Verdad y Justicia.
Luego realizaran registros y puesta en común con debate aúlico.


Como cierre del proyecto los alumnos realizarán un Archivo oral.

ANTES DEL GOLPE DEL ‘76

El 16 de septiembre de 1955 el presidente Juan Domingo Perón fue derrocado por un golpe militar. El primer intento había ocurrido tres meses antes, cuando los aviones de la Marina de Guerra bombardearon a la multitud concentrada en la Plaza de Mayo, dejando centenares de muertos.
Aunque los golpes de Estado –y los consiguientes gobiernos de las Fuerzas Armadas- se sucedían desde 1930, su violencia represiva aumentó en esta etapa. El fenómeno peronista había polarizado a la sociedad argentina y los golpistas se lanzaron a perseguir a sus partidarios y prohibirles cualquier signo de existencia: símbolos, partido, actos, memoria (el cadáver de Eva Perón fue mancillado y robado y Perón, devenido innombrable, era designado como "el tirano prófugo" o " el ex presidente derrocado en 1955"). Se generó una creciente “espiral de violencia” que llegó a abarcar todos los niveles de la sociedad. Este proceso incluyó los fusilamientos de 1956 (entre ellos, los ocurridos en los basurales de José León Suárez, revelados por Rodolfo Walsh en su libro Operación Masacre), las luchas juveniles y obreras que conformaron la llamada “Resistencia Peronista" y la instalación de gobiernos que, aunque electos a costa de la proscripción del peronismo, también cayeron ante golpes militares.
La creciente radicalización de la política que resultó de este proceso, se enmarcó en un contexto internacional donde hechos como el triunfo de la Revolución Cubana y la presencia creciente de la figura de Ernesto "Che" Guevara, las luchas anticolonialistas y antiimperialistas (Argelia y Vietnam) y las revueltas juveniles de 1968 (como el "Mayo francés") ubicaron en primer plano la posibilidad del cambio y la transformación social.
El 29 de mayo de 1969, durante el gobierno militar del general Juan C. Onganía, se produjo en la ciudad de Córdoba una gran movilización popular reprimida por el Ejército que fue enfrentado en las calles por obreros y estudiantes. El “Cordobazo”, considerado un punto de inflexión, simboliza una época de participación y compromiso por parte de amplios sectores sociales de la Argentina.
A partir de entonces, la conmoción política y social creció en actividad y organización. Surgieron nuevas agrupaciones políticas, entre ellas las que optaron por la lucha armada, ya sea para lograr el retorno del proscripto ex presidente Perón o para obtener el poder. El accionar de estas organizaciones marcó fuertemente a “los sesenta” y “los setenta”, un período agitado y complejo que implicó un enorme protagonismo de la juventud y de los sectores medios y obreros en los más diversos espacios (estudiantiles, culturales, confesionales, fabriles) y a través de múltiples formas de militancia y participación.

TERRORISMO DE ESTADO

El 24 de marzo de 1976, la Junta de Comandantes de las Fuerzas Armadas (Aeronáutica, Ejército y Marina) produjo el golpe de Estado que derrocó a María Estela Martínez de Perón y designó primer presidente del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional al general Jorge R. Videla, Comandante en Jefe del Ejército. A partir de esa fecha, y hasta finales de 1983, la Argentina estuvo sometida a la práctica del Terrorismo de Estado. El "ensayo" de estas prácticas había estado a cargo de la organización “Triple A”, que secuestró y asesinó a mansalva, imponiendo el miedo y el caos y logrando que no pocos alentaran el golpe militar que "restituyera el orden".
Con el fin declarado de “terminar con la subversión” y ya con todo el poder del Estado, las Fuerzas Armadas institucionalizaron una metodología de represión clandestina basada en la desaparición de personas. Estas eran secuestradas por “grupos de tareas”, llevadas a centros clandestinos de detención, torturadas para obtener información y posteriormente asesinadas, ocultando sus cuerpos a fin de impedir su identificación. Eran los “N.N.” enterrados en fosas clandestinas, dinamitados en supuestos “enfrentamientos” o arrojados desde aviones al mar o al Río de la Plata.
Con el mote de “subversivos”, los militares condenaron a la muerte, el exilio o la desaparición a miles de compatriotas. La “subversión” podía abarcar desde los sindicados como pertenecientes a “organizaciones terroristas” hasta aquellos a quienes vinculaban con alguna de las múltiples actividades ajenas al modo de vida “defendido” por las Fuerzas Armadas. Así, la represión se extendió a todos los ámbitos: escuelas, fábricas, barrios, academias, iglesias, universidades, sindicatos, cooperativas, empresas, bancos. Cualquiera de ellos era susceptible de albergar "sospechosos".
El objetivo del régimen instalado en 1976 fue reprimir las iniciativas de movilización de los años previos y paralizar la sociedad. Había que eliminar los focos de resistencia y los lazos de solidaridad social que amenazaran la posibilidad de sentar las bases del modelo económico de explotación que finalmente instalaron y que hoy padece la Argentina. Los militares impusieron el terror para entregar el patrimonio estatal a manos privadas, desmantelar el aparato productivo y subordinar la economía nacional al capital externo.

DESAPARICIÓN/BÚSQUEDA

Una vez producido el golpe militar, las Fuerzas Armadas convirtieron al secuestro y a la desaparición de los opositores (que las bandas terroristas de derecha venían ejerciendo con el "visto bueno" del gobierno legal) en la metodología represiva instrumentada desde el aparato del Estado. Aunque en una sociedad aterrorizada e inerme ante los crímenes de la Triple A, hubo sectores que alentaron ciertas esperanzas ante el golpe, la ilusión duró poco: los operativos represivos se multiplicaron, cualquiera pasó a ser "sospechoso" y el terror se aplicó con toda la fuerza del Estado.
Ante la desaparición de personas, sus allegados se movían entre la desesperación y el desamparo. No había instituciones a las que recurrir, ya sea porque negaban la existencia de los hechos o porque no respondían a ningún requerimiento. La vaguedad para definir el concepto de “subversivo”, la clandestinidad del método represivo, y la ausencia de información acerca de los detenidos (no estaban ni presos, ni libres, ni muertos) contribuyeron a instalar la incertidumbre permanente, el miedo y la falta de solidaridad. En algunos sectores de la sociedad que se replegaron sobre sí mismos y, además, entre quienes políticamente avalaban la represión ilegal a la movilización y a la guerrilla, estos objetivos se materializaron en el Por algo será, "argumento" exculpatorio esgrimido con frecuencia en ese período.
¿Dónde estaban los detenidos por los "grupos de tareas" ? Esa era la pregunta sin respuesta.
Aunque entonces no se sabía con precisión, la gran mayoría recorrió el mismo circuito. Se los recluía en centros clandestinos de detención a cargo de las Fuerzas Armadas, donde eran sometidos a interrogatorios y torturas. Con la información que se obtenía se efectuaban nuevos secuestros. El final era el asesinato de las víctimas y la desaparición de sus cuerpos.
Frente a un aparato estatal que negaba sistemáticamente la información requerida acerca de quienes detenía, muchos de sus familiares y allegados comenzaron a reunirse. Lo hicieron a partir de su situación común y para lo más elemental y urgente: pedir información sobre el ser querido desaparecido, iniciar su búsqueda y seguir con el periplo interminable de las comisarías a las cárceles, de los despachos oficiales a las iglesias, de las redacciones periodísticas a las delegaciones internacionales, buscando una respuesta.
Así se fueron formando grupos de personas que constituyeron el núcleo de los organismos de derechos humanos. Con valentía y tenacidad empezaron a conquistar un espacio público. Lo fueron logrando a través de sus pedidos, sus movilizaciones, sus escenarios - la Plaza de Mayo, por ejemplo-, sus denuncias y acciones colectivas. En ciudades arrasadas por el miedo y la represión, poco a poco, gracias a su accionar sin pausa, el "Que digan donde están" comenzó a ser escuchado.

VIVIR EN DICTADURA

La Junta Militar buscó dar una imagen de cohesión social y paz interna, ofreciendo a la sociedad los “resultados” de la “lucha contra la subversión”, presentada como un logro colectivo.
En 1978, con la realización en Argentina del Campeonato Mundial de Fútbol, los militares vieron la posibilidad de exhibir ante el país y el mundo los “logros” del llamado "Proceso de Reorganización Nacional".
Como las denuncias por violaciones a los derechos humanos realizadas en el exterior y el persistente reclamo de los Organismos de Derechos Humanos motivaban incesantes requerimientos de los corresponsales de los medios de comunicación y de personalidades del extranjero, el gobierno de facto acuñó un nuevo slogan: “Los argentinos somos derechos y humanos”.
Durante esos años del “Proceso” y de la gestión económica de Martínez de Hoz, en la Argentina coexistieron diversas realidades. Junto al cierre de fábricas, los despidos y la desvalorización permanente del salario real, florecían fenómenos como la “plata dulce”, los argentinos del “deme dos” y la aparición de la TV a color. Existían ordenadas y prolijas inauguraciones y eventos públicos paralelamente a las marchas que las Madres realizaban en Plaza de Mayo desde 1977. Se desplegaba publicidad impactante y a todo color sobre un país exitoso, mientras miles de exiliados efectuaban denuncias y manifestaciones en el exterior. Había ciudadanos replegados entre cuatro paredes, puertas que se cerraban y, a la vez, gente que debía abandonar todo y exiliarse en su propia tierra.
Familiares de víctimas buscando información y ayuda. La televisión llevaba a cada hogar la imagen de un país "normal" con altos dignatarios eclesiásticos y empresariales satisfechos, políticos tradicionales impertérritos, programas periodísticos obsecuentes y espectáculos de fantasía mientras ahí mismo, quizás en el mismo barrio, centenares de argentinos eran torturados, asesinados o simplemente lograban vivir y resistir un día más en los centros clandestinos de detención.
En 1982, el fracaso económico, los reclamos por las violaciones a los derechos humanos y la creciente presión sindical, llevaron a la Junta Militar a un intento más por lograr el consenso: la recuperación militar de las islas Malvinas y la consiguiente guerra con Gran Bretaña que culminaron en la derrota argentina de junio de 1982. A partir de este momento, ya sin salidas y con gran oposición popular, el retiro del gobierno militar y la convocatoria a elecciones, fueron una cuestión de tiempo. En ese contexto, las luchas de los Organismos de Derechos Humanos y sus denuncias fueron desempeñando un papel central.

MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA

Desde diciembre de 1983, la Argentina ha sido gobernada por presidentes electos democráticamente. Uno de los pilares de la transición democrática fue la demanda de juicio y castigo a los culpables de violaciones a los derechos humanos. Así, en 1984 la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) elaboró un informe, el Nunca Más, que desempeñó un papel decisivo en la información acerca de la gravedad de los crímenes cometidos durante los años 1976-1983.
Al año siguiente, en 1985, se realizó el Juicio a las Juntas Militares, un proceso en el que se sucedieron centenares de testimonios de gran impacto sobre el conjunto de la sociedad, y se condenó a los jefes que integraron esas instituciones. Sin embargo, las demandas de justicia sobre los partícipes con distintos niveles de responsabilidad, eje de las reivindicaciones de los Organismos de Derechos Humanos y de amplios sectores sociales, no fueron satisfechas.
Las Fuerzas Armadas se opusieron tenazmente -llegando a las rebeliones militares "carapintadas", entre ellas la encabezada por el teniente coronel Aldo Rico- y el poder político cedió, aun tras jornadas de gran movilización popular, como las de la Semana Santa de 1987. Las leyes de Punto Final y Obediencia Debida pusieron un tope al afán de justicia, y los indultos presidenciales de 1990 anularon el castigo ejemplar a los ex comandantes. Hasta esa fecha se sucedieron alzamientos militares que pusieron en peligro la autoridad de los gobiernos democráticos.
A pesar de estos reveses, la política de denuncia y reclamo de justicia encontró otros canales exitosos: los procesos a los represores argentinos por la justicia internacional (particularmente a través del juez Baltasar Garzón en España y de los juicios en Francia e Italia) reforzaron en el país los Juicios por la Verdad y los que se realizan por la apropiación de los menores nacidos en cautiverio.
En este camino, no sólo se avanzó en la continuación del enjuiciamiento de los responsables, la restitución de identidades a jóvenes apropiados y la identificación de restos de desaparecidos por parte del Equipo Argentino de Antropología Forense. Además, la sociedad dispone hoy de un considerable caudal de información sobre lo sucedido durante la dictadura. Se abordan actividades tendientes a preservar y difundir la memoria de esa etapa y también a debatir sus causas, a trabajar sobre los años previos, revisando un pasado complejo y doloroso pero de clara incidencia en el presente.


HISTORIA ORAL

¿Qué es la Historia Oral?
Para investigar fenómenos contemporáneos, cuando quienes fueron protagonistas de los mismos aún están vivos, los historiadores pueden utilizar su testimonio, constituyendo así una nueva fuente. La producción y uso de testimonios orales en la investigación histórica es una metodología conocida como “Historia Oral".
A diferencia del historiador en general, que busca documentos escritos, únicos rastros de un pasado terminado y a veces remoto, cuyos protagonistas han muerto, los historiadores que utilizan fuentes orales usan el testimonio vivo y participan activamente en el proceso de creación de esta fuente.
La entrevista es la técnica a través de la cual se recoge la información. Para hacerla bien es necesario que el investigador tenga conocimiento de los procesos sobre los cuáles va a preguntar. Hacer una buena entrevista, que pueda ser considerada fuente histórica, no es una tarea sencilla. Es necesario decidir a quién entrevistar, sobre qué temas y con qué preguntas. La entrevista no es una conversación sin objetivos y éstos son fijados por el entrevistador.
Pero aquí no se agota la tarea del entrevistador. Una vez realizada la entrevista, en general se transcribe, es decir se la pasa del lenguaje oral a un texto escrito. Y, la fuente que se ha producido deberá ser interpretada, teniendo en cuenta sus características específicas, y confrontada con la mayor cantidad de otras fuentes disponibles para el tema (periódicos de la época, documentos públicos, cartas privadas, diarios íntimos, fotografías, etc.)
El uso de esta metodología permite incorporar a la narrativa histórica los aspectos subjetivos de las experiencias de la gente. Es un esfuerzo por revelar el ambiente de los acontecimientos y las motivaciones de los protagonistas.

Hacemos un Archivo Oral

La entrevista de historia oral es una más de las herramientas que alguien interesado en la Historia puede usar. Recupera información acerca del pasado tomada de sus observadores y participantes. Reúne relatos que no aparecen en las fuentes escritas acerca de acontecimientos, de la gente, de sus decisiones y de los procesos en los que participaron. Las entrevistas de historia oral están muy relacionadas con la memoria, y la memoria es un instrumento subjetivo para registrar el pasado, ya que siempre está condicionada por el momento presente y la experiencia individual. Entonces, las entrevistas pueden mostrar cómo los valores y acciones individuales dan forma al pasado, y cómo, a la inversa, el pasado da forma a valores y acciones actuales.
Por eso, si se piensa realizar un archivo o proyecto en la escuela, es importante tener claro que si bien las entrevistas son documentos y recursos del archivo en sí mismos, desde el punto de vista didáctico “funcionan mejor” en diálogo y complementándose con otro tipo de recursos, tales como fuentes escritas, gráficas y audiovisuales. Decidir a quién entrevistar y elaborar los cuestionarios para llevar a cabo la entrevista son aspectos fundamentales. El proceso de construcción del archivo y el aprendizaje de la preparación y realización de entrevistas son paralelos y se complementan. Es posible establecer algunas pautas generales que permitan garantizar condiciones mínimas para que el trabajo emprendido en el ámbito áulico o institucional alcance un resultado positivo.
Cuando se quiere llevar a cabo un proyecto de construcción de un archivo de testimonios orales, es necesario tener claro:
. sus objetivos;
. la existencia de un universo de entrevistados que permita cubrir la temática elegida;
. el equipo del que se dispone (por lo menos, un grabador con un micrófono externo);
. la necesidad de un espacio para almacenar las entrevistas;
. la planificación de actividades conexas que den significación al trabajo, más allá de la realización de las entrevistas.
. si bien la conformación del archivo es un objetivo en sí mismo, es importante que las fuentes recopiladas mediante las entrevistas sean utilizadas como recursos por el resto de los docentes de la escuela.

Consejos para los entrevistadores
. Una entrevista no es un diálogo. El principal objetivo de la entrevista es hacer que el entrevistado cuente su historia. El entrevistador debe intentar limitar sus participaciones a las necesarias para crear un buen clima y luego hacer breves preguntas para conducirla.
. Es conveniente hacer preguntas que no se respondan con un monosílabo tales como “sí” o “no”. Conviene comenzar con “por qué”, “cómo”, “dónde”, “qué opina de”.
. Se recomienda hacer una pregunta a la vez. Frecuentemente, los entrevistadores hacen una serie de preguntas al mismo tiempo y el resultado probable es que el entrevistado sólo responda a una de ellas.
. Es conveniente hacer preguntas breves y concisas.
. Es preferible comenzar la entrevista con preguntas que no sean controversiales. Un buen comienzo es sobre la biografía del entrevistado.
. Si surge un silencio, no hay que preocuparse e intentar “llenarlo” con otra pregunta. La gente se toma tiempo para contestar, puede ser que el entrevistado esté reflexionando acerca de si agregar o no algo a lo que había dicho antes.
. No interrumpan el relato por que se les ocurrió una pregunta, o porque el entrevistado se aparta de los ejes escogidos para la entrevista. Si la información es pertinente, dejen que fluya el relato, mientras toman nota de la pregunta para hacerla posteriormente.
. Si, por el contrario la información no es pertinente, traten con amabilidad de volver a los temas centrales de la entrevista.
. A menudo a la gente le cuesta describir personas. Un buen recurso es sugerir que describa primero su apariencia, para luego profundizar en aspectos de su carácter.
. No cuestionen testimonios o datos que consideren incorrectos. Por el contrario, traten de obtener la mayor cantidad de información posible para que futuros investigadores puedan analizar las causas de esa distorsión.
. Por ejemplo, con mucho tacto se le puede indicar al entrevistado que existen versiones diferentes a la suya con el objetivo de generar respuestas que enriquezcan el testimonio y den mayor densidad al tema objeto de la entrevista.
. No conviene prender y apagar el grabador muchas veces ya que afecta el sonido y la información recogida Cada encendido “pisa” el inicio de los parlamentos. Conviene que la cinta corra durante la duración de toda la entrevista.
. En general, los entrevistados se sienten más cómodos si la entrevista es sólo con el entrevistador.
. La entrevista debe finalizar en un tiempo razonable, una hora y media sería el máximo recomendable. Más allá de esta recomendación general, el entrevistador debe estar atento a las señales de fatiga o incomodidad que pueda mostrar el entrevistado. Esto es particularmente importante cuando entrevistamos a gente mayor.
. Una vez finalizada la entrevista, no es recomendable retirarse bruscamente.

Elementos básicos para tener en cuenta al realizar un proyecto de archivo oral
. Asegurar que el entrevistado está dispuesto a participar.
. Investigar y recuperar información acerca del entrevistado y su contexto, esto ayudará a preparar la entrevista.
. Fijar y mantener la fecha y horario de la entrevista.
. Obtener el consentimiento firmado para poder realizar y luego utilizar la entrevista.
. De ser posible, las entrevistas deben ser transcriptas.
. Revisar la transcripción, y cuando sea posible, hacerlo con el entrevistado.
. Depositar las transcripciones, cintas y autorizaciones en un sitio adecuado.

Para la entrevista
. Asegurar que el equipo funcione adecuadamente.
. Desarrollar una empatía con el entrevistado, pero permanecer “neutral”.
. Preguntar quién, qué, dónde, cuándo, por qué y cómo.
. Ser amable pero mantener el control de la entrevista.
. Pedir ejemplos y anécdotas como “ilustraciones” para el relato.
. Rotular los casetes con el nombre del entrevistador, el entrevistado, fecha y número de la cinta.

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